abril 21, 2013

De campo y playa


Tiene algo Montecarlo de campo y playa. De glamour, opulencia y brillo cegador. De Gasquet encendido y Tsonga como héroe nacional, patriota hincando la rodilla ante el bárbaro excelente. Murray roto y Dimitrov manirroto desesperando al futuro. Un torneo para jugadores del futuro - Raonic, Tomic, Dimitrov- que ha terminado instalado en la supremacía habitual, con finalistas destinados a hacer historia.

Avisaba Nadal que era complicado volver a competir tras un mes de actividad y otro mes de descanso y nadie le tomó en serio. Su avance, a voluntad propia, ha dejado escollos. El más llamativo, Dimitrov. En el segundo set de los cuartos de final, Dimitrov descubrió que aspiraba a la cima del tenis mundial. Un contratiempo porque descubrir tu potencial ante un top 5 supone reconocer tus carencias ante un top 5, entender que no es el momento para alcanzar la cima mientras un yeti rabioso provoca avalanchas y, entonces, decidir que mejor otro día, quizás más tarde. Se despidió renqueante con un saque directo, un uppercut que le mandó directo a la enfermería. Antes, salvó un punto de partido con coraje y agresividad.




Contra Tsonga la victoria llegó lisa. El heptacampeón de Roland Garros mantuvo la mano abierta en el set definitivo, dejando al anfitrión que ansiara la victoria fagocitado por el público En el tie break cerró el puño y ahogó las posibilidades del francés con insultante facilidad.

Muchas cavilaciones y menos de dos horas fue lo que duró la final. Djokovic rompió el saque y el partido con geometría, a lo que Nadal respondió utilizando cuchillería insuficiente. Confundido y con las piernas ausentes, consiguió evitar un vergonzoso set en blanco y delimitar la base de su derrota final: actitud y potencia.

Demasiado repetitiva fue la dinámica del balear: a cada golpe ganador le seguía un error no forzado, perdía terreno y limitaba su progreso. Eso en el inicio del segundo set. Ya en zonas intermedias se desató la efectividad y encadenó varias derechas que oscurecieron el trabajo del rival. Su trabajo, que no su juego. Su juego se fidelizó a un revés agudo, la raqueta a 45 grados absorbiendo a base de mandobles la insistencia del octocampeón en Montecarlo.

Así fue que su resistencia le permitió agazaparse al rebufo del balear, recuperar dos roturas de saque y enredar el drive español , transformarlo esquivo y sin dirección. La victoria llegó justa por merecida y el serbio consiguió hacer historia en Mónaco convirtiéndose en el primer tenista en ganar 8 Masters 1000 diferentes (Miami, Roma, Indian Wells,  París, Canadá, Madrid, Shangai y Montecarlo ).

Nadal, que podría haber sido el primer tenista en ganar en 9 ocasiones un Masters 1000, pierde con esta derrota 400 puntos y mantiene altas probabilidades de llegar a Roland Garros compitiendo con un cuadro exigente, en el que se cruzaría con el top 4 en cuartos de final. Otra estadística clave es la cantidad de errores no forzados que cometió frente a los 18 golpes ganadores (27 de Djokovic) que no le permitieron revertir su situación. Es difícil ganar Montecarlo con menos de 100 golpes ganadores; Nadal consiguió 88 durante todo el torneo y 43 errores no forzados sólo en la final. Una falta de continuidad que le condenó al error.



                      

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