junio 10, 2013

Un desierto en París

Triquiñuelas de la clasificación ATP, el vencido en la final de Roland Garros gana una posición al vencedor. Del quinto al cuarto puesto, una recompensa temporal a la constancia que ha demostrado durante los dos últimos años. La raqueta rival, la ganadora, muestra a estas alturas más inercia que épica en sus victorias. La maraña de estadísticas envuelve su trayectoria y traslada a un plano comprensible la dificultad del hito. Al otro lado de la red enfrenta a un tenista que acumula 4 derrotas en lo que va de temporada y se ha postrado resignado ante la insistencia de Nadal. Barrunta una duda perenne, una duda que se evaporaría con la violencia de un drive o la contundencia de un revés cruzado.

Al margen de los detalles del partido, las 20 derrotas coleccionadas durante su historial de enfrentamientos atrofiaban la raqueta del - a partir de hoy- número 4 del mundo, que perdía su primera final de Grand Slam ante quien ha conseguido participar en 17 rondas finales. Su raqueta ejecutaba lenta y trabada en los errores no forzados y rápida pero insuficiente en los golpes ganadores. En cierta medida por el clima- bolas más pesadas de lo normal- pero también por el saque, una oportunidad que no terminó de aprovechar.  Cedió a la desesperación en pequeños espacios acotados del enfrentamiento y la vacilación fue letal para sus expectativas. Por defender cuando debía atacar, acudió a él una jugada idéntica - aunque menos definitiva a corto plazo- que la que le sacudió en los cuartos de final de la pasada edición del Masters 1000 de Madrid. Con paciencia, desubicó a Nadal hasta arrinconarlo en la esquina derecha y obtener como respuesta un golpe inofensivo que debía rematar con agresividad. Insistir sobre el lado de su rival fue una mala decisión. Un golpe psicológico que se sumaba a la ya ruinosa tendencia del duelo fratricida.


Más inercia. Las 6 horas extra en pista no se manifestaron en las piernas de Nadal. No solo eso. Del Potro todavía rumia los efectos de una lesión que le apartaron en 2009 de las pistas de tenis; Nadal respondió acostumbrado a una elipsis de 7 meses tras la que solo ha perdido dos partidos - dos finales. ¿Cómo? No igual que en su anterior versión. Ha adaptado - y ya van varias transformaciones- su ataque: la derecha siempre agresiva, el revés más anguloso y los apoyos invertidos, esquivos de una pierna izquierda que podría acarrearle problemas futuros. Ahora su confianza en la pierna derecha le permite envolver la pelota con más curvatura, cubrir el revés con seguridad y mantener la solidez defensiva, siempre una bola más. El otro cambio desde su vuelta al circuito es la precocidad con que sus rivales reciben la derrota. No en tiempo de juego sino en días. Desde que regresó, Nadal gana los torneos los viernes. Así se demuestra comparando la dificultad de las semifinales - y hasta cuartos de final- con la eficacia que acompaña sus finales. Ferrer en Madrid y Roma le obligó a ganar el enfrentamiento de cuartos de final en el tercer set. Después, el domingo en Madrid le devolvió una victoria relajada (6-2,6-4) ante Wawrinka y, en Roma, un bálsamo: 6-1, 6-3 ante      Federer. Por dificultad, también Roland Garros lo ha ganado un viernes, ante su rival más correoso y remontando un quinto set a contrarreloj. Djokovic especuló con el resultado del tercer set y su invitación a alargar el encuentro se tornó en derrota ante la tradición de la historia.

Al límite se despidió el número 1 mundial de Roland Garros. Tras alzarse con el Open de Australia, no podrá completar el Grand Slam este año. Nadal ya le privó en 2012, también lo hizo Federer en 2011 a traición - el serbio acumulaba una sucesión de 7 torneos ganados. Mientras no haya alternativa, el Big 4 se ha mostrado poco competitivo en el segundo Grand Slam del año. Murray se borró precipitadamente, tal vez tratando de interiorizar ya las propiedades de Wimbledon. Federer vino a demostrar lo que intuían sus antecedentes durante la primera parte de la temporada: su naturalidad le permite esquivar jugadores de perfil bajo pero su estado de forma le castiga ante el top 10: solo ha conseguido ganar a uno (Tsonga en Australia) en 6 enfrentamientos. Su bajo rendimiento y el calendario de los próximos meses - defiende el título de Wimbledon y el Masters 1000 de Cincinnati- anuncian una caída en el ranking que lo podría emplazar por debajo del top 5 si mantiene la tendencia.

Habituado la gran mayoría del circuito profesional al estilo rápido y práctico que exigen las pistas duras, el cuadro ha beneficiado a los finalistas. Las alternativas de la siguiente generación - Raonic, Dimitrov- no asimilan el entorno; tampoco los tenistas sudamericanos, especialistas en superficies lentas que perdieron la paciencia antes de lo previsto.

Una paciencia, la que requiere el Grand Slam francés, que subyace en el ambiente: en el aire y en el terreno. Se respira tras cada derecha y se cuela por los pliegues de las zapatillas, adecuadamente adaptadas a la arcilla roja y su maleabilidad. La mentalidad, lenta, necesita ser asimilada para avanzar rondas. También, en consecuencia, el estilo de juego. La solidez defensiva es la base, después la capacidad para imprimir velocidad a bolas muy pesadas se plantea indispensable para mantener la serenidad y no sucumbir a la tentación. Para evitar el naufragio físico, la superficie permite resbalar hasta ejecutar movimientos lesivos en terrenos duros. Así, la arcilla se adhiere sin previo aviso a las piernas. Conjuntada con el sol y la regularidad que imponen los 5 sets, traslada el juego a la resistencia pétrea del desierto. Las dos semanas de travesía terminan por instalar la aridez extrema, la necesidad de obligar al rival a insistir en un ataque feroz que, cuanto más dura el intercambio, más dudas despierta. El sudor se alía con el viajero más receptivo y las bolas, altas y profundas, amplían el campo de visión. A dos metros de la línea de saque, el vencedor intuye el oasis, un páramo que aparece tras dos semanas de perseverancia. Quién sabe si han sido dos semanas o siete meses,  si el oasis es un Grand Slam o la vuelta al número uno.




2 comentarios:

  1. ¿dónde puedo enviarte un ejemplar de 'el marqués y la esvástica'? PGP

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  2. Hola,

    ¿eres Plàcid García-Planas? Mándame un correo a alfernandez925@gmail.com

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