marzo 07, 2013

Buscando el límite



Black Mirror es una de esas series que te deja con un escalofrío abrumador cuando terminas de verla. Directa y con una atmósfera estéril, pone el punto de mira en un futuro estremecedor en el que la tecnología es un elemento (más) central en la vida cotidiana.  En una realidad polarizada y extrema, hay espacio para criticar tanto la influencia política en los medios de comunicación como el peligro que puede representar traspasar la utilidad de las aplicaciones móviles al ámbito privado.
La catalogamos como serie pero lo cierto es que el carácter auto-conclusivo de cada episodio transforman las dos temporadas en un experimento de distopías con el abuso tecnológico como único vínculo aparente, pues ni tan siquiera el reparto de intérpretes mantiene la continuidad a lo largo de los seis capítulos.

Como referencias externas, es inevitable detectar algunos rasgos de novelas como "1984" (George Orwell, 1949) o ""Un mundo feliz" (Aldous Huxley, 1932) por su naturaleza distópica, el universo perturbador e inquietante que es capaz de dibujar Charlie Brooker. Por su profundidad como producto de ciencia ficción, el autor que más relación guarda con la creación británica es el estadounidense Philip K. Dick, autor de obras como "El hombre en el castillo", "Ubik" o "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", que fue llevada a la gran pantalla bajo el título de "Blade Runner" por Ridley Scott.

Concretamente, el primer capítulo de la segunda temporada ("Vuelvo enseguida") se asemeja a Ubik, que tendrá versión cinematográfica bajo la dirección de Michel Gondry. Al igual que en este capítulo, Ubik nos traslada a un sistema en el que existe la posibilidad de comunicarse con los muertos, lo que en la novela se denomina "hablar con los semivivos". Si a esta singularidad le añadimos el clima de soledad y desaprensión obtenemos un panorama similar, una trama que bucea en el interior del ser humano tratando de encontrar su límite.




Tal vez sea éste el episodio más emotivo y concienzudo. De los otros dos, es especialmente angustioso el segundo caso. En este relato, descubrimos una estructura de persecución continua, un sistema penal perverso que ha deformado sus valores de justicia y solidaridad hasta el punto de afligir penas desprovistas de toda finalidad integradora sobre los condenados. Complementariamente, el autor realiza una crítica ácida de la necesidad de espectacularizar la realidad de forma continua por parte de los medios de comunicación creando un formato televisivo absolutamente siniestro, una especie de cámara oculta de mal gusto.

Por lo demás, se trata de un conjunto de historias con una profunda carga ideológica no política, centradas en el protagonismo de la tecnología en las relaciones sociales y críticas con el poder manipulador que ejercen los medios de comunicación. Toda una propuesta adulta cargada de escepticismo y potencia preventiva que, como mínimo, imbuye al espectador en un estado de reflexión culpable. Si bien algunos hechos parecen radicales y extremos, no cabe duda de que algunos personajes empiezan a florecer en la actualidad.


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